miércoles, 3 de diciembre de 2014

Una voz grita en el desierto

Comenzamos el evangelio de Marcos, y se nos presenta la figura de Juan Bautista. Juan es  un personaje curioso, austero, sencillo, sin pelos en la lengua, y sin miedo a decir las cosas claras, no callaba ante las injusticias. No quería una vida tranquila, ni para él, ni para los otros. La verdad y la denuncia de aquello que perjudicaba a los débiles estaban por encima de todo.

También era una persona honesta, ante la popularidad y el eco de sus palabras, no se presentaba como el Salvador: “Después de mi viene el que es más fuerte que yo, y yo no soy digno ni de agacharme a desatar la correa de sus sandalias. Yo os he bautizado con agua pero él os bautizará con el Espíritu Santo”. Tenía muy claro que lo que debía hacer era dar a conocer a aquel que venía a traer la salvación.

No hacían falta grandes obras y acciones espectaculares, no quería hacer carreteras, ni puentes, ni grandes construcciones. Juan nos presenta un proyecto, hacerse sencillo, abrirse a los demás, aplanar los surcos, llenar nuestras grietas, y después ayudar a los otros a hacer lo mismo. Esto pide en nosotros una actitud de fe y atención.

Es necesario que la voz de los creyentes resuene en el desierto de nuestra sociedad. Todos nosotros estamos llamados a preparar el camino del Señor, hace falta por tanto que resuene nuestra voz y se vea nuestro testimonio de cristianos.

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