¿Qué “señales prodigiosas” estamos llamados a dar los creyentes en nuestro mundo? Aquellas señales que confirmen nuestra palabra, nuestra fe... señales de que Dios está como Padre Misericordioso, como Amor ilimitado.
No son señales de Dios el poder, la discriminación, los privilegios, las prepotencias, las críticas vengativas, el orgullo, la acumulación de dinero, los complejos de superioridad, el ir por el mundo pisando a los demás, el tener siempre la razón... y otras cosas parecidas.
En cambio, los contrarios sí son señales de Dios: la humildad, la comprensión, la caridad, la corrección fraterna, la pobreza espiritual, el ir por el mundo con humanidad, sabiendo escuchar y acoger... el amor y otras cosas parecidas.
Seguramente conoces personas que son señales de que Dios está, y que es Padre de Bondad. Pregúntate qué signos ha captado en ellos que te hablan de Dios. Tienen defectos y limitaciones, incluso pecados... pero... ¿qué hay en ellos o ellas que te señalan a Dios?
Pregúntate en tu interior, en tu corazón... “¿soy yo señal de Dios?”
Tú, sí tú joven, estudiante o parado que buscas trabajo, con infinitas preguntas en la cabeza, a veces eufórico y a veces triste, con muchos amigos y algunos de ellos especiales.... Y tú, adulto joven: con demasiado trabajo o en paro, posiblemente con hijos, estresado y muchas veces inseguro... y tú....
Resulta que todos estamos llamados a ser “señales de Dios”, sencillos, nada espectaculares, cotidianos... ¿Cuáles? ¿Cuándo? ¿Cómo?
Jesús Renau, sj
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