Con Pentecostés, una nueva creación queda inaugurada: como el aliento del Padre infundió la vida al primer hombre, también el aliento de Cristo comunica su vida de Resucitado a los primeros discípulos. La misión que Cristo encomienda la iglesia prolonga la misión que el Padre ha dado a Cristo. Y será cumplida en el Espíritu, por el que se realiza el perdón de los pecados mediante el ministerio sacramental de la Iglesia.
1 comentario:
PENTECOSTÉS. Con la solemnidad de Pentecostés, memoria de la efusión del Espíritu Santo sobre María y los discípulos, Jesucristo, la Palabra de Dios hecha Hombre, es Dios que quiere hacerse interlocutor nuestro; se anonada por Amor a los hombres y se convierte en un TÚ con el que podemos comunicarnos.
El Espíritu Santo es la presencia íntima y vivificadora de Dios que mora en nosotros. No tenemos ningún instrumento para verlo; pero sabemos que está porque sin Él no hay alegría, no hay aliento, no hay vida.
El Espíritu Santo nos invita y nos ayuda a participar de la misma misión que el Padre encomendó a Jesús. Siempre respetando nuestra libertad; Él nos inspira, nunca obliga ni posee...Aquella Comunidad de discípulos, animada por la Madre de Jesús, encerrada en sí misma, miedosa, acurrucada por miedo a los judíos se transformó por la efusión del Espíritu Santo en Iglesia viva; y, permanecerá mientras él la gobierne.
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