Lectura del santo evangelio según san Lucas 9,11b-17
En aquel tiempo, Jesús se puso a hablar al gentío del reino de Dios y curó a los que lo necesitaban. Caía la tarde, y los Doce se le acercaron a decirle: - Despide a la gente; que vayan a las aldeas y cortijos de alrededor a buscar alojamiento y comida, porque aquí estamos en descampado. Él les contestó: - Dadles vosotros de comer. Ellos replicaron: - No tenemos más que cinco panes y dos peces; a no ser que vayamos a comprar de comer para todo este gentío. Porque eran unos cinco mil hombres. Jesús dijo a sus discípulos: - Decidles que se echen en grupos de unos cincuenta. Lo hicieron así, y todos se echaron. Él, tomando los cinco panes y los dos peces, alzó la mirada al cielo, pronunció la bendición sobre ellos, los partió y se los dio a los discípulos para que se los sirvieran a la gente. Comieron todos y se saciaron, y cogieron las sobras: doce cestos.
CADA DOMINGO
Comieron todos y se saciaron.
Para celebrar la eucaristía dominical no basta con seguir las normas prescritas o pronunciar las palabras obligadas. No basta tampoco cantar, santiguarse o damos la paz en el momento adecuado. Es muy fácil asistir a misa y no celebrar nada en el corazón; oír las lecturas correspondientes y no escuchar la voz de Dios; comulgar piadosamente sin comulgar con Cristo; damos la paz sin reconciliamos con nadie. ¿Cómo vivir la misa del domingo como una experiencia que renueve y fortalezca nuestra fe?
Para empezar, es necesario escuchar desde dentro con atención y alegría la Palabra de Dios y, en concreto, el evangelio de Jesús. Durante la semana hemos visto la televisión, hemos escuchado la radio y hemos leído la prensa. Vivimos aturdidos por toda clase de mensajes, voces, ruidos, noticias, información y publicidad. Necesitamos escuchar otra voz diferente que nos cure por dentro.
Es un respiro escuchar las palabras directas y sencillas de Jesús. Traen verdad a nuestra vida. Nos liberan de engaños, miedos y egoísmos que nos hacen daño. Nos enseñan a vivir con más sencillez y dignidad, con más sentido y esperanza. Es una suerte hacer el recorrido de la vida guiados cada domingo por la luz del evangelio.
La plegaria eucarística constituye el momento central. No nos podemos distraer. «Levantamos el corazón» para dar gracias a Dios. Es bueno, es justo y necesario agradecer a Dios por la vida, por la creación entera, por el regalo que es Jesucristo. La vida no es sólo trabajo, esfuerzo y agitación. Es también celebración, acción de gracias y alabanza a Dios. Es un respiro reunimos cada domingo para sentir la vida como regalo y dar gracias al Creador.
La comunión con Cristo es decisiva. Es el momento de acoger a Jesús en nuestra vida para experimentarlo en nosotros, para identificamos con él y para dejamos trabajar, consolar y fortalecer por su Espíritu.
Todo esto no lo vivimos encerrados en nuestro pequeño mundo. Cantamos juntos el Padrenuestro sintiéndonos hermanos de todos. Le pedimos que a nadie le falte el pan ni el perdón. Nos damos la paz y la buscamos para todos.
José Antonio Pagola
Para la revisión de vida
- ¿En mi vida cristiana el misterio eucarístico se manifiesta como fuente de unidad y de caridad?
- ¿Cómo podría comprometerme concretamente en favor de las personas que viven en la pobreza y sufren hambre de pan y de justicia?
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