Unos de los temas de este evangelio es el don de la paz de Jesús. El evangelista Juan ha colocado en el contexto inmediatamente precedente a la pasión el don de la paz que Jesús concede a los suyos. La paz, en sentido bíblico, es un don de Dios que contiene en sí mismo todos los bienes posibles. Jesús afronta el momento de la contradicción y de la muerte como paz, porque es libre y consciente de la opción que ha hecho (Jn 10, 18: “Nadie me quita la vida, soy yo quien la doy voluntariamente”), porque vive su dolor como sacrificio a favor de los otros (Jn 10,10: “Yo he venido para que tengáis vida”), y sobre todo porque obedece al Padre (Jn 14,31: “Amo el Padre y que hago lo que el Padre me ha mandado”). Es una paz que el mundo no puede dar (Jn 14,27), porque supone tres condiciones: conciencia clara y libertad personal en las decisiones, sentido de solidaridad a favor de los demás y obediencia incondicional a los designios de Dios.
¿Me siento en paz conmigo mismo? ¿Y con los demás?
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