Yo me decía, como en un nuevo salmo:
¿Cómo ver cuando ahora no hay más que noche en mi vida?
¿Cómo seguir cantando con la garganta quebrada y el corazón roto?
¿Cómo andar este tramo de desierto que tengo por delante si ya no tengo
fuerzas?
¿Dónde encontrar abrigo si el frío de este invierno me congela el alma?
¿Cómo creer en la unidad cuando ni siquiera nosotros somos uno?
¿Para qué empujar la justicia en las naciones si aquí cada uno se
dedica sólo a su pequeño mundo propio?
¿Para qué seguir sembrando si la primavera parece alejarse cada día más?
Huiré, sí, a tierras lejanas –me dije- y allí te dejaré morir.
Ya tu Palabra no será más mi Palabra.
Ya tu vida no será más mi vida.
Ya tus sueños no serán más mis sueños.
Entonces escuché la voz de mi Dios, oráculo del Señor:
¿No lo notas? Está brotando. Algo nuevo está naciendo. Podrán oscurecer
todos los cielos, pero no podrán detener la llegada del sol…Y el sol está a la
vuelta o quizás iluminando ya tu paso.
No es tiempo de huir, ¡no!, ni de abandonar.
Es tiempo de esperanza, de
volver al primer amor, de confiar…
de abrazarse a la noche porque ésta no durará siempre.
No temas.
Yo estaré contigo hasta el final de tus días.
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