domingo, 5 de junio de 2011

Ascensión


“María echa de menos a Jesús, ya un mes ausente del cielo, y encarga a los ángeles búsqueda y captura.
Voló raudo Gabriel a Roma, mas Jesus ya no se hospeda alli. Voló raudo Rafael al comité de la JMJ, donde Jesus ni se presenta. Voló raudo Miguel a la cena del arzobispo con la patronal, pero de Jesus ni rastro, por supuesto.
Al fin, un sin techo de Entrevías dio el soplo: “Pasó por aqui, nos compró un bocata y se tomó un vino con nosotros. Dijo que iba a Libia y de allí a Sucumbios. Tiene un hombro magullado por las porras de los mosos en plaza de Cataluña, pero dice que vendrá a acampar a Sol el jueves...”
Los mensajeros angélicos dieron el recado a María, que suspiró musitando “¡Este hijo mio! No tiene arreglo. En visperas de la Ascension, no se le ocurre más que bajarse a los suelos

Para subir a Dios, hay que bajar. Se trasciende descendiendo. Se entiende (en inglés “understand”) la vida, poniéndose debajo (en inglés: under-stand), como hizo Jesus.

Hay que celebrar la Ascensión bajándose a los suelos, prolongar el movimiento de Jesús, de parte del pueblo desfavorecido, discriminado, manipulado, explotado, oprimido o “injusticiado”.

A la hora de buscar el Reinado de Dios, es decir, el mundo justo, fraternal y sororal, tal como Dios lo desea, hay que subir, trepar y ascender, pero... cuesta abajo, por los suelos... El mensaje de la liturgia de la Ascensión se resume diciendo que “Jesús bajó a los suelos” y “El Que Vive” lo llena todo.
Quienes creen que Jesús vive y confiesan a diario en el Credo la fe en su victoria sobre la muerte (garantía de nuestra vida), descubren su presencia viva, no en lo alto de los cielos, sino en la bajo de la cotidianidad injusticiada, por los suelos.

¿Dónde esta El Que Vive? ¿Allá arriba? No, no os quedéis con embobamiento mirando al cielo. El Que Vive anda por los suelos.

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