martes, 20 de septiembre de 2011

Ante la Palabra de Dios


Ante un texto del evangelio nunca hemos de dar por sabido el mensaje, pensando que no podrá decirnos sino lo que hemos aprendido desde siempre.   En la antigua forma de utilizar los argumentos de Escritura dentro de la teología, se suponía que la Escritura vendría necesariamente a confirmar la verdad establecida de antemano por la sistemática.   La nueva interpretación de las parábolas exige que nos dejemos llevar y envolver por el texto.   La Escritura es un lenguaje de amor que proviene del Dios que me ama y con cuya palabra, en principio, me siento ya de acuerdo.  Comprendemos a Dios y los textos de la Escritura, no primariamente a través de la razón, sino a través del diálogo que Dios entabla con nosotros en nuestra vida.


Este diálogo con el texto comprende no solamente el momento en el que preguntamos qué quiere decir, qué mensaje trasmite, sino también el momento en el que nosotros escuchamos lo que personalmente, o comunitariamente en el interior de la tradición y de la Iglesia, quiere decirnos.   Mediante este proceso se consigue una verdadera metánoiao cambio de mentalidad.   Al mismo tiempo que el texto deja de ser un mensaje cifrado, el oyente de la palabra deja de ser el mismo que era antes, ya que, interpelado o cuestionado por el texto en su modo precedente de entender la vida, ha entrado en el camino de la conversión.

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