“Nuestra incorporación al misterio de Cristo, el don de la vida divina, es una pura manifestación de la caridad de Dios hacia nosotros...Él nos amó primero. Nunca podemos trepar hasta Él; Él ha de bajar hasta nosotros. Eso es lo más importante en el misterio de Adviento: el descenso de Dios a nuestra bajeza, por puro amor, no por ningún mérito propio. La Divina Misericordia es evidente sobre todo en la ternura con que el Dios infinito atempera la fuerza de Su luz a la debilidad de nuestros ojos y se hace hombre como el resto de nosotros”.
Thomas Merton
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