Los genios son genios no por lo que producen, sino por lo
que proyectan, por lo que reparten. Un genio no es un hombre que tiene el alma
muy grande, sino un hombre de cuya alma podemos alimentarnos. En los santos la
cosa es aún más clara: son santos porque no se reservaron nada para sí, sino
que se entregaron a todos cuantos les rodeaban.
Una sonrisa a quienes suben con nosotros en el elevador. Una
atención y un recuerdo en la oración para quien nos pide ayuda por la calle.
Cosas sencillas pero que, a los ojos de DIOS, tienen un valor inmenso. Los
genios, los grandes santos, lo han sido a base de estos pequeños pero valiosos
actos de amor y generosidad. Y tú, ¿qué esperas para ser feliz?
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