La alegría del Evangelio es algo
muy diferente. Es optimista sin ser ciega. Es constante sin ser fácil. Tiene
que ver con palabras como sentido, fe, lucha, opción, camino, reto, humanidad.
Es la alegría que puede reír, y también llorar.
No es la euforia de los momentos
de subidón, ni la chispa de un momento jocoso. No es risa floja ni alboroto y
algazara. No es alegría etílica ni televisiva, pastillera, ni hooligan,
histérica ni simple, cervecera o evasiva.
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