En esta sociedad global en la que un simple comentario en una red social puede dar la vuelta al mundo en unos segundos, todo se ha vuelto público y cada vez quedan menos espacios personales que puedas salvaguardar de lo mediático. En la misma medida de globalidad, cada tarea que emprendemos, cada proyecto que acometemos, cada paso que damos,... se convierten en parte de un entramado complejo de relaciones. Y muchas veces, demasiadas quizá, los fracasos connaturales a lo humano, se vuelven globales.
Esta reflexión viene muy a cuento por una razón. Cada día vemos como las vidas de muchas personas se van al garete por desahucios que deshacen con una orden judical el proyecto de toda una vida. El primer significado del verbo "desahuciar" es "quitar a alguien toda esperanza de conseguir lo que desea". Es duro, pero es realmente así y es eso lo que un desahucio consigue, con el agravante añadido de que en muchos casos el desahucio abarca a una familia entera. La esperanza muere a raudales.
¿Podemos hacer algo al respecto? ¿Estamos ya haciendo algo? Seguro que sí, esa es la respuesta a las dos preguntas. Sí podemos hacer muchas cosas al respecto y seguro que las estamos haciendo. Pero también es verdad que podríamos hacer más.
Podemos coger hoy y, en lugar de gastar en eso que siempre gasto, comprar un kilo de alimentos y darlo a Cáritas o al Banco de Alimentos.
Podemos acercarnos a esa familia vecina que conocemos y que sabemos que pasa por un mal momento para echarles una mano.
Podemos coger ropa que no usamos y donarla para que gente que no tiene ni para comer pueda resguardarse del frío. No esperes a tener lleno el armario de la ropa para ser solidario.
Podemos conseguir algunos juguetes para que los hijos de esas familias puedan jugar en las fechas que se avecinan.
Podemos hacer alguna contribución en dinero a alguna ONG quitándonos de algún gasto supérfluo.
Podemos ayudar a alguna de esas ONG dando nuestro tiempo, nuestro esfuerzo, nuestros conocimientos.
Podemos ser cómplices de la solidaridad contagiando nuestro entusiasmo a las personas que nos rodean.
Podemos pagar la luz, el agua, la comunidad... a esa familia que está a punto de ser desahuciada.
Y sí, también podemos manifestarnos contra las injusticias del sistema. Pero sin olvidar lo otro.
Podemos, en definitiva, ayudar de alguna manera a que la esperanza no les sea arrebata a aquéllos que están en el filo de la navaja. No valen excusas como que tendrían que haber sido más previsores y gastar menos, o que tendrían que haber mirado más por pagar el piso y no irse tanto de vacaciones. No, esas son excusas y nosotros no tenemos como misión juzgar a nadie.
Encontrado en el blog de Pastoral de la Salle de Córdoba
1 comentario:
El último párrafo lo clava!
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