miércoles, 3 de abril de 2013

Descubre a Dios en tu vida y estará resucitando


En la Octava de Pascua la Iglesia nos remite a los textos de las apariciones del Resucitado a los discípulos. Y lo hace, no sólo para que confirmemos nuestra fe en el Resucitado, sino para que abramos nuestro corazón a un encuentro personal con ese Jesús resucitado.

Descubrirlo en las tareas diarias, en la vida que nos toca vivir.

Descubrirlo en el camino, cuando vamos con otros y no terminamos de entender lo que ha sucedido.

Descubrirlo en la oración de la Iglesia, pueblo de Dios, que se reúne con miedo a los que no creen.

Descubrirlo a pesar de nuestras dudas de fe, esas que nos piden pruebas para creer.

Descubrirlo en las personas que viven a nuestro lado, muchas de ellas ajenas a la fe.

Descubrirlo en la fracción del pan, no tanto el de la Eucaristía (que también), sino en el que podemos repartir con los que no tienen lo necesario para vivir.

Descubrirlo en el dolor propio o ajeno, en esa cruz incomprensible que tanto nos cuesta portar.

Descubrirlo, en definitiva, vivo y vivificante. 

No podemos dejar que la resurrección sea esa experiencia que Dios nos reserva para cuando ya la vida se nos escape de las manos, sino la que Dios nos ofrece ahora que todavía la vida fluye por esas manos.      




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