jueves, 24 de octubre de 2013

Forma de medir la vida

La vida no se mide anotando puntos, como en un juego. 
La vida no se mide por el número de amigos que tienes, 
ni por cómo te aceptan los otros.
No se mide según los planes que tienes para el fin de semana 
o por si te quedas en casa sin salir. 
No se mide según con quién sales, con quién solías salir, 
ni por el número de personas con las que has salido, 
ni por si no has salido nunca con nadie.
No se mide por la fama de tu familia, por el dinero que tienes, 
por la marca de tu coche, ni por el lugar donde estudias o trabajas.
No se mide por si eres una persona guapa o fea, 
por la marca de ropa que llevas, ni por tus zapatos, 
ni por el tipo de música que te gusta.

La vida, simplemente, no es nada de eso. 

La vida se mide según a quién amas y según a quién dañas. 
Se mide según la felicidad o la tristeza que proporcionas a otros. 
Se mide por las causas en que te comprometes 
y por los compromisos que cumples.

Más bien se trata de lo que se dice y de lo que se hace,
y de lo que se quiere decir o hacer, sea dañino o benéfico.
Se trata de los juicios que formulas, por qué los formulas 
y a favor o en contra de quién lo haces. 
Se trata del amor que llevas dentro de ti, 
de cómo lo cultivas y de cómo lo riegas. 

Pero por encima de todo 
se trata de si usas la vida para alimentar el corazón de otros. 
Tú y solo tú escoges la manera en que vas a afectar a otros, 
y esas decisiones son de lo que se trata la vida.

(Adaptado, de autor/a desconocido/a)

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