Sé que es conocida esta oración, pero estoy cada vez más convencido que este es el camino de la felicidad. Rezadla sin prisa, con cada respiración decir una de las palabras y así gustarla internamente, como diría San Ignacio. Feliz día y sigamos rezando por la paz.
Padre, me pongo en tus manos,
haz de mí lo que quieras,
sea lo que sea, te doy las gracias.
Estoy dispuesto a todo,
lo acepto todo,
con tal de que tu voluntad se cumpla en mí,
y en todas tus criaturas.
No deseo nada más, Padre.
Te confío mi alma,
te la doy con todo el amor
de que soy capaz,
porque te amo.
Y necesito darme,
ponerme en tus manos sin medida,
con una infinita confianza,
porque Tú eres mi Padre.
Charles de Foucauld
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