sábado, 9 de agosto de 2014

¿Por qué has dudado?


"Al sentir la fuerza del viento, le entró miedo, empezó a hundirse y gritó: "Señor, sálvame." En seguida Jesús extendió la mano, lo agarró y le dijo: "¡Qué poca fe! ¿Por qué has dudado?" Mt 14,22-33
Para hablar de la fe, en la cultura hebrea se utiliza un término muy expresivo: "Amen". De ahí proviene la palabra «Amén». Este verbo significa «apoyarse», «asentarse», «poner la confianza» en alguien más sólido que nosotros.

En esto consiste precisamente lo más nuclear de la fe. Creer es vivir apoyándonos en Dios. Esperar confiadamente en él, en una actitud de entrega absoluta de confianza y fidelidad.

Esta es la experiencia que han vivido siempre los grandes creyentes en medio de sus crisis. San Pablo lo expresa de manera muy gráfica: «Yo sé de quién me he fiado» (2 Timoteo 1,12).

Esta es también la actitud de Pedro, que, al comenzar a hundirse, grita desde lo más hondo: «Señor, sálvame», y siente la mano de Jesús, que lo agarra y le dice: «¿Por qué has dudado?».

Las dudas pueden ser una ocasión propicia para purificar más nuestra fe, arraigándola de manera más viva y real en el mismo Dios. Es el momento de apoyarnos con más firmeza en él y de orar con más verdad que nunca.

Cuando uno es «cristiano de nacimiento», siempre llega un momento en el que nos hemos de preguntar si creemos realmente en Dios o simplemente seguimos creyendo en aquellos que nos han hablado de él desde que éramos niños. 

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