De nuevo empezamos el Tiempo Ordinario. Un tiempo en el que nos toca vivir todo aquello que hemos aprendido durante el tiempo de Adviento y Navidad. Es más, es un tiempo en el que se nos invita a hacer lo ordinario de forma extraordinaria.
COMPRENDEMOS LA INVITACIÓN DEL DOMINGO
Venir y ver, dos verbos que marcan el sentido de la lectura de hoy. Venir, ver, quedarse, estar con Jesús. Una buena propuesta para empezar el tiempo ordinario, el tiempo de la rutina, el tiempo más largo del año. Jesús sale al encuentro de los que serán sus discípulos y los llama, los interroga y les pregunta: ¿Qué buscáis? Alguna vez cuando nos hacen esta pregunta sabemos rápidamente la respuesta, en otros dudamos, muchas veces nos podemos jugar al despiste. ¿Por qué, realmente, sabemos lo que buscamos? Hace falta mucha fe y mucha ayuda para ser coherentes con la respuesta y con la misión que se nos encarga.
Venir y ver, en definitiva ser acogedores y abiertos, coherentes con lo que decimos de palabra, y con el mensaje de aquel que es nuestro modelo: Jesús. Dios, a través de Jesús, sigue llamando a personas que quieran construir una sociedad, un barrio, una comunidad más justa. Y eso se puede hacer no llenándonos de palabras vacías, sino con el testimonio de nuestra vida. Como lo que les sucedió a los dos discípulos: “Rabí, ¿Dónde estás? Jesús los invita a experimentar su estilo de vida, pues muchas veces no hacen falta muchas catequesis o argumentos. Ellos fueron, vieron y el resultado fue que se quedaron con él.
Hoy también podríamos hacer lo mismo, invitar y compartir, hablar lo justo y dar testimonio, convencer más por el estilo de vida que por las palabras. Muchas veces las palabras se olvidan o no se escuchan. Un gesto de acogida, de apoyo, de amistad… vale más que diez mil palabras.
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COMPRENDEMOS LA INVITACIÓN DEL DOMINGO
Venir y ver, dos verbos que marcan el sentido de la lectura de hoy. Venir, ver, quedarse, estar con Jesús. Una buena propuesta para empezar el tiempo ordinario, el tiempo de la rutina, el tiempo más largo del año. Jesús sale al encuentro de los que serán sus discípulos y los llama, los interroga y les pregunta: ¿Qué buscáis? Alguna vez cuando nos hacen esta pregunta sabemos rápidamente la respuesta, en otros dudamos, muchas veces nos podemos jugar al despiste. ¿Por qué, realmente, sabemos lo que buscamos? Hace falta mucha fe y mucha ayuda para ser coherentes con la respuesta y con la misión que se nos encarga.
Venir y ver, en definitiva ser acogedores y abiertos, coherentes con lo que decimos de palabra, y con el mensaje de aquel que es nuestro modelo: Jesús. Dios, a través de Jesús, sigue llamando a personas que quieran construir una sociedad, un barrio, una comunidad más justa. Y eso se puede hacer no llenándonos de palabras vacías, sino con el testimonio de nuestra vida. Como lo que les sucedió a los dos discípulos: “Rabí, ¿Dónde estás? Jesús los invita a experimentar su estilo de vida, pues muchas veces no hacen falta muchas catequesis o argumentos. Ellos fueron, vieron y el resultado fue que se quedaron con él.
Hoy también podríamos hacer lo mismo, invitar y compartir, hablar lo justo y dar testimonio, convencer más por el estilo de vida que por las palabras. Muchas veces las palabras se olvidan o no se escuchan. Un gesto de acogida, de apoyo, de amistad… vale más que diez mil palabras.
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