¡Qué bello momento nos presenta el Evangelio! Subir a la montaña, bajar a las profundidades de nuestro ser, para descubrir a Jesús como Señor. Pero en momentos como éste, de oración intensa, de encuentro con este Otro que nos habita, nos puede pasar como a Pedro: ¡querríamos quedarnos así para siempre!
Pero este descubrimiento en lo profundo de nosotros nos invita siempre a “vivirlo”, a ponerlo en práctica… bajar de la montaña, transformar la realidad.
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