El evangelio nos presenta un auténtico discurso eucarístico. En unos momentos iniciales del cristianismo, en el que seguramente existiría polémica sobre el sentido último de la eucaristía, el evangelista nos presenta al mismo Jesús afirmando su presencia auténtica en el Pan y el Vino de la Eucaristía. La comunión tiene, entonces, un sentido profundo de intimidad de unión con Jesús (él habita en mí y yo en él). Grandes santos de la historia de la iglesia han insistido en la necesidad de celebrar habitualmente los sacramentos de la reconciliación y la comunión, porque la vida cristiana con sentido, coherente, sólo es posible desde esta íntima unión con el Señor.
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