A quien mucho se le da, también se le pedirá mucho; a quien mucho se le confía, se le exigirá mucho más”. Estas palabras deberían hacernos pensar seriamente. ¿Cuánto he recibido del Señor? Hagamos la lista, ¿cuántos dones, cuánta gracia, cuánto bien… y sin mérito por mi parte? Y yo, ¿dónde tengo mi tesoro, dónde mi corazón? ¿En mi propio bien, en mi propia ganancia? ¿En mi propio progreso? ¿O en mis hermanos?
Porque cuando siento que he recibido dones diferentes a los que reciben mis hermanos, cuando a menudo me siento afortunado/a por la bondad que me rodea, cuando me siento rico en gracia de Dios… No debo olvidar que tengo una deuda con aquellos que tienen menos. Una deuda que no apela a la caridad, sino a la justicia. Una deuda de la que Dios me pedirá cuentas. Una deuda que sólo se salda amando y trabajando por mis hermanos, especialmente los más pequeños.
Pincha en la imagen para obtener el material |
No hay comentarios:
Publicar un comentario