Que el silencio
rodee a las palabras.
Silencio antes de hablar,
para pensar en lo cierto,
lo justo, lo necesario.
No hay que estropear los puentes
rompiendo sus pilares
a base de quejas inútiles,
de reproches innecesarios,
o veredictos precipitados.
Calla, y reflexiona.
Silencio también después de hablar,
para acoger respuestas,
y dejar que las palabras
planeen, en sereno baile,
hasta posarse en la rama
que es uno mismo.
Dios está en la palabra
y en el silencio.
Ese es su secreto
y su misterio.
(José María Rodríguez Olaizola sj)
No hay comentarios:
Publicar un comentario