Jesús no se expuso al peligro temerariamente. En efecto, Él —que no teme proclamar la verdad— decide retirarse, al conocer que —tal como ya habían hecho con Juan Bautista— sus enemigos también querían matar-lo. Si al que pasa haciendo el bien sus detractores intentaran hacerle daño, no te extrañe que tú también sufras persecuciones, tal como nos lo anunció el Señor.
«Cuando Jesús supo que Juan había estado encarcelado, se retiró a Galilea» (Mt 4,12). Sería imprudente desafiar a los peligros sin un motivo proporcionado. «Jesús recorría toda Galilea, enseñando en las sinagogas, anunciando la buena nueva del Reino y curando entre el pueblo enfermedades y lacras de toda clase» (Mt 4,23). Ni las amenazas, ni el miedo por el qué dirán o las posibles críticas pueden hacernos retroceder de hacer el bien. Los que estamos llamados a convertirnos en sal y luz, operadores del bien y de la verdad, no podemos ceder ante el chantaje de la amenaza, ni ante el frío de los indiferentes.
¿Cumple la voluntad de Dios? ¿Soy justo en cualquier ambiente? ¿Sigo lo que me dice la conciencia?
«Cuando Jesús supo que Juan había estado encarcelado, se retiró a Galilea» (Mt 4,12). Sería imprudente desafiar a los peligros sin un motivo proporcionado. «Jesús recorría toda Galilea, enseñando en las sinagogas, anunciando la buena nueva del Reino y curando entre el pueblo enfermedades y lacras de toda clase» (Mt 4,23). Ni las amenazas, ni el miedo por el qué dirán o las posibles críticas pueden hacernos retroceder de hacer el bien. Los que estamos llamados a convertirnos en sal y luz, operadores del bien y de la verdad, no podemos ceder ante el chantaje de la amenaza, ni ante el frío de los indiferentes.
¿Cumple la voluntad de Dios? ¿Soy justo en cualquier ambiente? ¿Sigo lo que me dice la conciencia?
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