viernes, 26 de mayo de 2017

¿Cómo está nuestra esperanza?

En este evangelio encontramos, en el centro, el envío de los Once por parte de Jesús.  Este envío es precedido de la manifestación de la “autoridad” del que envía: en la persona de Jesús es Dios quien actúa. Al envío le sigue la promesa de la presencia y acompañamiento del que envía.

Mateo describe la despedida de Jesús trazando las líneas de fuerza que han de orientar para siempre a sus discípulos, los rasgos que han de marcar a su iglesia para cumplir fielmente su misión.  La misión de Jesús y la de los discípulos es universal, “a todos los pueblos”, como también lo es el llamado juicio final (Mt 25,32): en él entra todo el mundo, sin exclusión.

Esta misión consiste en “bautizar” y “enseñar”, dos acciones que van juntas, que son inseparables. El bautismo pone en relación personal al discípulo con el Señor Jesús y con “el Padre” y con el “Espíritu Santo”. La “enseñanza” “hace discípulos”: da a conocer a Jesús y transmite lo mismo que él enseñó, no una doctrina sino el anuncio de una vida nueva en Dios. Sin duda, los discípulos de Jesús deberán cuidar diversos aspectos: «dar testimonio del resucitado», «proclamar el evangelio», «implantar comunidades»…, pero todo estará finalmente orientado a un objetivo: «hacer discípulos» de Jesús.

Esta es nuestra misión: hacer «seguidores» de Jesús, que conozcan su mensaje, sintonicen con su proyecto, aprendan a vivir como él y reproduzcan hoy su presencia en el mundo. Actividades tan fundamentales como el bautismo, compromiso de adhesión a Jesús, y la enseñanza de «todo lo mandado» por él, son vías para aprender a ser sus discípulos. 

“Yo estaré con vosotros” Jesús les promete su presencia y ayuda constante. No estarán solos ni desamparados. Ni aunque sean pocos. Ni aunque sean dos o tres. esta presencia de Jesús resucitado “hasta el fin del mundo” asegura que la Buena Noticia que anunció aquel obrero de Nazaret, el hijo del carpintero, continuará extendiéndose por todo el mundo y este se irá transformando en la dirección del Reino de Dios.

Así es la comunidad cristiana. La fuerza del resucitado lo llena todo con su Espíritu. Todo está orientado a aprender y enseñar a vivir como Jesús y desde Jesús. Él sigue vivo en sus comunidades. Sigue con nosotros y entre nosotros curando, perdonando, acogiendo… humanizando la vida.

A la luz de estas ideas pienso en la misión que el Resucitado me da y me dispongo a acogerla.

En nuestra “Galilea”, en nuestro día a día, en los últimos días, ¿en qué hechos y en qué personas se me ha presentado el Resucitado?

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