En este pasaje del Evangelio de Juan se puede observar claramente el acento que Jesús pone en las obras como manifestación de la fe. Nuestro creer en Dios no debe consistir en una suerte de “dictum”, una declaración jurada que nos defina como cristianos; no, no se trata de eso, demasiados disgustos y malentendidos le ha provocado al cristianismo la obsesión enfermiza por la formulación de este tipo de identificaciones. Lo que nos definirá verdaderamente como cristianos serán nuestras obras, en ellas se manifestarán al mismo tiempo, por triplicado, el camino, la verdad y la vida que encarnan el mensaje y el ejemplo de Jesús. Nuestro modo de proceder en el mundo va trazando un recorrido (camino), que nos muestra tal y como somos (verdad) y que nos acerca a nuestro ideal de un mundo de justicia y libertad (vida).
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