viernes, 9 de junio de 2017

Trinidad

En el evangelio de hoy Jesús está hablando con un maestro judío, llamado Nicodemo.

No conversan sobre los problemas conflictivos de la Ley judía. Jesús centra la atención en temas de los que apenas se habla en Israel: cómo «renacer» a una vida nueva, qué camino seguir para «tener vida eterna»..

De pronto Jesús pronuncia unas palabras que trascienden cualquier conversación humana, y resumen de manera grandiosa todo el misterio que se encierra en él: "Dios no envió a su Hijo al mundo para que el mundo fuera condenado, sino para salvarlo por medio de él "

Las palabras de Jesús destacan el inmenso y universal amor de Dios. No podía ser de otra manera. Dios ha amado al mundo, no sólo a Israel, a la Iglesia, los cristianos... Ha enviado a su Hijo, no para condenar, sino para salvar, no para destruir, sino para dar vida eterna. Lo sepa o no, el mundo existe, evoluciona y progresa bajo la mirada amorosa de Dios.

El “mundo” del que habla Jesús se refiere a la humanidad que necesita ser salvada. La palabra "mundo", sobre todo en los capítulos 13-17 de Juan, señala una oposición compacta y radical contra Jesús. En este sentido, ni Jesús es del mundo ni los discípulos son. Pero Dios ama al mundo y le envía a su Hijo, y también los creyentes serán enviados al mundo. Que Dios dé "a su Hijo único" por "amor al mundo", quiere decir que se ofrece él mismo, que da su propia vida. El designio de Dios es, exclusivamente, la salvación y la vida; este designio salvador de Dios, además, es universal, es para todos. Nadie queda excluido de su amor.

La expresión "condenar": la palabra griega así traducida significa tanto "condenar" como "juzgar". Aquí sirve para resaltar más la misión del Hijo de Dios, que ha venido a "salvar", ya que esta palabra significa todo lo contrario.

El "juicio" (o "condena") significa que la presencia de Jesucristo como luz del mundo hace que tengamos que decidir si acogemos o rechazamos su salvación, su amor, su persona, su estilo y el Reino que anuncia. Es este el juicio: no que él haga de juez sino que nos provoca para que nosotros mismos decidamos. Algo de esto tiene el "juzgar" de la Revisión de Vida, donde no juzgamos a nadie sino que es el espacio en el que somos urgidos por la "luz" de Jesucristo a decidir, a concretar, a actuar.

"Creer" es una palabra que sale muchas veces en Juan. Tiene un sentido bien preciso: acoger a Jesús, su palabra, su estilo de vida. Solamente después de la glorificación de Jesús se puede hablar de creencia. Juan lo remarca de diversas formas y lo enseña mediante la promesa del Espíritu: sólo después de la venida del Espíritu será posible creer en Jesús, porque sólo entonces se podrá conocer su misterio. "Creer" y conocer van unidos.

Si "creer" quiere decir acoger a Jesús, su palabra y su estilo de vida

¿cómo llevo mi fe, cómo la cuido y la alimento?

Y mi envío al mundo, mostrar la luz que es Cristo a otros

¿cómo lo vivo? ¿Cómo me dejo tocar por Jesús?

¿Qué personas he encontrado en mi camino que se muestran transparentes, que se acercan a Jesús y se dejan "iluminar" por Él?

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