Hoy, Jesús nos habla del juicio definitivo. Si nos fijamos la palabra “amor” no sale en este evangelio pero se traduce en unas actitudes que son mucho más sencillas y concretas. Se nos habla de cosas tan concretas como «dar de comer», «vestir», «acoger», «visitar», «acudir». Lo decisivo en la vida no es lo que decimos o pensamos, lo que creemos o escribimos. No basta con los sentimientos bonitos, la compasión o las protestas que no llevan a ninguna parte. Lo importante es ayudar a quien nos necesita. De esto tendremos que dar cuentas:
¿Qué opción he hecho en mi vida: ser hermano de los otros o ser un extraño? ¿Amar o estar al margen? ¿Estar cerca de los que lo necesitan o quedarse indiferente a su sufrimiento? ¿De qué he querido ser rico: de dinero, de poder, de éxitos? ¿o bien me he querido enriquecer de obras de amor hacia los más necesitados?.
La enseñanza de Jesús ha sido, fundamentalmente, el amor (a Dios y a los hombres) y su pregunta decisiva será también el amor. Al final del año litúrgico (y después, al final de nuestra vida) la pregunta que ya conviene que nos avancemos a nosotros mismos es esta:
¿He progresado en el amor, en la justicia, en la fraternidad? ¿He dado de comer, visitado, ayudado... a Cristo en la persona de los hermanos?
Esta es la clave de su Reino y de nuestra pertenencia a él.
¿Qué opción he hecho en mi vida: ser hermano de los otros o ser un extraño? ¿Amar o estar al margen? ¿Estar cerca de los que lo necesitan o quedarse indiferente a su sufrimiento? ¿De qué he querido ser rico: de dinero, de poder, de éxitos? ¿o bien me he querido enriquecer de obras de amor hacia los más necesitados?.
La enseñanza de Jesús ha sido, fundamentalmente, el amor (a Dios y a los hombres) y su pregunta decisiva será también el amor. Al final del año litúrgico (y después, al final de nuestra vida) la pregunta que ya conviene que nos avancemos a nosotros mismos es esta:
¿He progresado en el amor, en la justicia, en la fraternidad? ¿He dado de comer, visitado, ayudado... a Cristo en la persona de los hermanos?
Esta es la clave de su Reino y de nuestra pertenencia a él.
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