viernes, 15 de diciembre de 2017

Fijémonos en Juan. No se da ninguna importancia. No busca ser original. No quiere llamar la atención. No quiere impactar a nadie. Él mismo sabe que no es importante. No es el Mesías, no es Elías. No es el Profeta que están esperando. Juan es uno que vive su vida sencillamente.
Y fruto de todo esto "Dios ilumina su vida". Aquí está el todo de su vida: él no es la luz pero irradia la luz. Dios lo ha hecho testigo porque él se ha dejado hacer.

¿Y tú? ¿Por quién te tienes? Cuanto más lo creas, menos serás, cuanto menos creído seas, cuanta menos importancia te des, Dios más en ti resplandecerá, más en ti veremos la luz.

Testigos de la luz. No hablan, pero son la voz. Viven y su vida comunica lo que a ellos les hace vivir. No dicen cosas sobre Dios, pero encomiendan "algo de Dios". No enseñan doctrina religiosa, pero invitan a creer.

El testimonio atrae, transmite confianza, libera. Porque muestra sencillez y humildad, está mostrando Dios. Dios le ha hecho testigo de la luz.

Escuchemos con nuestro corazón las mismas preguntas que insistentemente le dirigieron a Juan, y, con la misma insistencia, y desde el fondo de nuestro interior, respondemos.
- ¿Quién eres tú?

- ¿Qué puedes responder a quienes te han sido enviados? (Los que viven contigo en casa, los que son compañeros en el trabajo, todos los que te conocen y con quienes te relacionas)

- ¿Qué dices de ti mismo?

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