domingo, 28 de octubre de 2018

Llamados ¿a qué?

A veces hay que ser árbol
y dar sombra al caminante cansado.
Hay que ser agua, que alivie la sed de respuestas,
y fuego que arrase lo injusto, lo indigno, lo hueco.
Hay que ser roca que abrace los cimientos de lo duradero,
tierra que acoja las posibilidades de la semilla,
y océano, donde podamos zambullirnos,
para renacer llenos de libertad y de esperanza.
Hay que ser canción que alivie los vacíos,
y silencio habitado, que venza a la cháchara.
Unas veces hay que ser hogar al que regresar,
y otras veces, puerta que se abre a la tormenta.

Dios es el árbol y el agua, la roca, la tierra y el mar.
Dios es canto y silencio, hogar que acoge
y puerta que nos conduce a nuevas historias.

Pero hacen falta guías
que consagren sus días a buscar ese tesoro.
Hay quien se dedica a sembrar, encender,
forjar, regar, compartir y acompañar.
Hay trovadores que cantan con palabras prestadas,
cauces de agua ajena que trae vida verdadera.
Hay maestros con muchas preguntas y pocas respuestas,
que ayudan a otros a descubrir el Misterio.
Soñadores de un bien posible,
que convierten su amor en puente,
para acercar a hermano con hermano,
para unir al ser humano con Dios.

Apóstoles,
con pies de barro
y corazón de fuego.
Que nunca nos falten.

                                                                                                                      (José María R. Olaizola, SJ)


No hay comentarios: