Me bastan
los reflejos del sol temblando
en la bóveda del puente,
el frescor del pozo
subiendo desde el agua inaccesible,
la música del viento nocturno
entre las hojas intocables de los pinos,
el perfume fugitivo
que se deshila en el jardín,
una gota de dignidad
deslizando su dulzura
en mi garganta. ¡Me bastan!
No puedo contemplar
el sol de frente,
ni vivir sumergido
en el fondo de las aguas,
ni pulsar con mis manos
la sonora compañía de la noche,
ni perfumar de fiesta
todas las rutas ajadas de la vida,
ni adelantar un solo segundo
el brindis de todo el universo.
¡Me bastan los rumores
que te acercan y te esconden!
¡Me bastan tus rumores!
(Benjamín G. Buelta, sj)
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