sábado, 10 de junio de 2023

El Padre que vive me ha enviado

 Lectura del santo evangelio según san Juan 6, 51-58


En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos:

-«Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo.»

Disputaban los judíos entre sí:

-«¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?»

Entonces Jesús les dijo:

-«Os aseguro que si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día.

Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida.

El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él.

El Padre que vive me ha enviado, y yo vivo por el Padre; del mismo modo, el que me come vivirá por mí.

Éste es el pan que ha bajado del cielo: no como el de vuestros padres, que lo comieron y murieron; el que come este pan vivirá para siempre.



DE LA MISA A LA EUCARISTÍA

 

El que come este pan vivirá para siempre.

 

Así reza el subtítulo de un excelente estudio en el que el teólogo guipuzcoano X. Basurko nos ofrece la síntesis adecuada para entender y vivir la eucaristía en toda su riqueza.

Durante muchos siglos, «la misa» ha sido el término familiar empleado en occidente para designar la reunión eucarística de los cristianos. Como es bien sabido, esta palabra viene de aquella despedida pronunciada en latín: «Itte, missa est». Con el tiempo, «misa» llegó a significar la bendición final y, más tarde, toda la celebración.


Este viejo nombre de «misa» está lleno de resonancias socio-religiosas y puede ser considerado como el indicador de una determinada mentalidad que ha configurado la práctica religiosa de muchos cristianos («oír misa», «decir misa», «sacar misas», «misa homenaje», «misa polifónica», «misas gregorianas»...).

Hoy se observa una tendencia generalizada a sustituir el viejo nombre de «misa» por el de «eucaristía», término más antiguo, de raíces bíblicas más hondas y que significa «acción de gracias». Este cambio de palabras no es un capricho de teólogos y liturgistas. Está sugiriendo todo un cambio de actitud, el descubrimiento de unos valores nuevos y una voluntad de vivir esta celebración en toda su riqueza. Como dice X. Basurko: «Celebrar la eucaristía no es lo mismo que decir misa u oír misa».


El cambio apunta a ir pasando de una misa entendida como acto religioso individual hacia una eucaristía que alimenta y construye a toda la comunidad.


De un asunto que concierne fundamentalmente al clero que «dice la misa» mientras los demás asisten pasivamente «oyéndola», a una celebración vivida por todos de manera activa e inteligible.

De una obligación sagrada, unida a un precepto bajo pecado mortal, a una reunión gozosa que la comunidad necesita celebrar todos los domingos para alimentar su fe, crecer en fraternidad y reavivar su esperanza en Cristo resucitado.


De una misa que ha servido de marco para toda clase de aniversarios, fiestas, homenajes o lucimiento de coros y solistas, a la celebración de la Cena del Señor por la comunidad creyente.

De la conmemoración ritual del sacrificio expiatorio de Cristo en la cruz, a una celebración que recoja también las demás dimensiones de la eucaristía como banquete eucarístico, comunión fraterna y acción de gracias a Dios.


Del cumplimiento de un deber religioso que nada tiene que ver con la vida, a una celebración que es exigencia de amor solidario a los más pobres y de lucha por un mundo más justo.

La fiesta del «Corpus Christi» puede ser momento adecuado para que, en cada comunidad parroquial, pastores y creyentes nos preguntemos qué estamos haciendo para que la eucaristía sea, como quiere el Concilio, «centro y cumbre de toda la vida de la comunidad cristiana».

 

José Antonio Pagola

 

Para la revisión de vida:


  • ¿Cómo vivo la Eucaristía?
  • ¿Cómo me preparo para celebrar la Eucaristía?
  • ¿La vivo como un encuentro vivo con Jesús?

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