Un hombre muy rico, atacado por una grave dolencia y advertido por los médicos, convocó a sus hijos y nietos para comunicarles la herencia que les iba a dejar. Se presentaron todos, ansiosos, en el hospital. Y formaron un gran corro alrededor del lecho.
Dada la orden, el abogado del enfermó abrió un maletín y distribuyó a los herederos cajas de fósforos, una para cada uno. Decepcionados, se miraron de reojo y al abrir la cajita encontraron unas pequeñas semillas. El hombre, tomando en sus manos una de las cajas, explicó: "Esta semilla es la del amor; ésta, de la solidaridad; esta otra, de la compasión; ésta, de la amistad; y aquélla, del perdón. Si ustedes saben cultivarlas van a ser felices". Y añadió: "La fortuna que acumulé será destinada a obras sociales".
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