Día 1
Nos ha tocado la Casa del Sagrado
Corazón. El primer día de proyecto de la 1ª evaluación nos dijeron que ese iba
a ser nuestro destino, y estuvimos allí, conocimos a los abuelillos que están
allí internos, la historia de muchos de ellos, etc. Asique, cuando volvimos a
ir estábamos entre ilusionadas y decepcionadas, porque veníamos de un sitio
donde podíamos interactuar mucho con los niños y si nos tocaban ancianos
discapacitados no íbamos a poder disfrutar tanto.
Marta y yo subimos a ver a unas
ancianas que no podía hablar que conocimos la primera vez. Estuvimos “hablando”
con una de ellas, porque no nos acordábamos de su nombre y estuvimos tratando
de averiguarlo durante un rato diciéndole el abecedario o un listado de nombres
y ella se reía un montón con nosotras (o de nosotras) hasta que conseguimos dar
con el nombre. Además, les dimos la merienda a todos y estuvimos ayudando a
recoger el comedor, mientras hablábamos con más abuelillos.
Día 2
Íbamos con ganas, en cuanto
llegamos, fuimos al comedor, cómo si llevásemos toda la vida yendo. Nos
sentamos cada una en un grupo para ayudar a dar de merendar a aquellos que lo
necesitaban. Yo estuve con Encarna (creo que se llama así, o Mª Ángeles, se me
ha olvidado) y estuvo contándome que se había divorciado y que tenía una nieta
que iba a verla todos los domingos. Más tarde, subí con Marta a darle de
merendar a un señor, que antes era pastor, y que no suele bajar nunca abajo.
Después me fui al salón de los fumadores, que nada más que había hombres y
estuve hablando de fútbol, etc. Lo típico. Y me contaron una historieta sobre
el pastor y uno que se llama Juan, que cuando le quitan el tabaco se pone
encima del otro y le empieza a dar collejas. Y Pepe nos estuvo contando
historias sobre todos los sitios a los que ha ido mientras nos echábamos unas
partidillas de dominó.
Día 3
Estuve con Encarna o Mª Ángeles
merendando, hablando sobre el colegio, sobre su vida, sobre la excursión a la
que les habían llevado, etc. Después me pidió que le llevara al baño. Me
impactó muchísimo, nunca pensé que tuviera que hacer eso. De hecho me hizo ver
los ancianos como seres débiles, que no pueden valerse por sí mismos y me dio
mucha pena. Algo tan íntimo y esencial como poder ir al baño solos, no pueden
hacerlo. Asique la llevé, le ayudé, me la eché encima… Y después la dejé en la
capilla rezando el rosario. Me fui con
Víctor al salón de los fumadores a hablar con Pepe y Juan, para ver que tal les
había ido la semana. Nos echamos unas partidillas de dominó, ya que “supuestamente”
Juan era muy bueno y estuvimos echándonos unas risas. Además, nos contaron cómo
terminó su hazaña para recuperar el tabaco que le había robado el pastor.
Día 4
Lo típico, le damos de merendar a
los abuelillos y les echamos una mano con aquello que necesiten. Hoy en
especial, quería cambiar el jugar al dominó por otra cosa, hacer algo diferente
y como Teresa había estado hablando con una señora que se llama Miriam varios
días pues decidí unirme a ellas. Pero entre tanto y tanto, nos escapamos a ver
a Sara y a Trini, las ancianas que ni se pueden mover ni hablar. Cuando
llegamos, Sara estaba malilla, vomitando y había una chica arriba cambiándola,
asique le echamos una mano mientras le decíamos a Sara que no debía estar
triste ni provocarse los vómitos, que era jueves y habíamos ido a verla. Da
mucha pena cuando ves situaciones así, y más Sara, que estaba muy bien y le dio
un ictus. Desde entonces suele estar muy triste, depresiva y suele llorar
mucho. Asique Teresa y yo nos pusimos a cantar, a bailar y a hacer tonterías
para ver si podíamos alegrarles un poco a ambas.
Después volvimos a bajar a por
Miriam y Martina, y estuvo Miriam contándonos sus historias, sus viajes, su
marido, su escapada, … y hay una frase que nos ha marcado, porque nos lo ha
dicho mucho que es “ la vida es un teatro y nosotros, somos los actores”.
Día 5
Como Víctor no podía venir a
proyecto con nosotras, vino Ana, la madre Marta y cuando salió dijo que se
había quedado muy impresionada. Supongo que nosotras, que hemos estado todo el
año yendo a sitios así estamos acostumbradas ya, pero seguramente nos quedamos
igual de impresionadas que ella la primera vez que fuimos. Cuando terminamos de
darles de merendar, nos salimos todas al patio, a dar un paseo con Miriam.
Teresa y yo nos mirábamos de vez en cuando por si Miriam soltaba alguna
barbaridad delante de la madre de Marta, pero medianamente se comportó. Además,
Miriam se repetía mucho y contaba las mismas historias que ya nos había contado
a nosotras, asique cuando iba a contar algo, sabíamos perfectamente lo que iba
a decir. Después entramos dentro y nos echamos un dominó con los hombres. Había un señor mayor, que le llaman el “abuelo
Antonio” que tiene alzhéimer y estaba muy mal, además las señoras que estaban
allí encargándose de todos nos dijeron que era muy probable que se muriese
dentro de poco y nos dio mucha pena.
Cuando nos íbamos a ir nos
despedimos de todos, y algunos se pusieron tristecillos cuando les dijimos que
no íbamos a ir más. Además Miriam nos dio un abrazo gigante. Prometimos ir
alguna vez más, cuando pudiésemos.
Me ha gustado mucho la experiencia este curso, sobre todo con los ancianos más que con los niños, porque con ellos ves más de lo que estamos acostumbrados a ver y reconforta mucho echar una mano en sitios dónde verdaderamente nos necesitan.
Laura Martinez
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