Cuando tanto se habla –y se vive-
de crisis, de problemas, angustias, agobios y quejas es más necesario que nunca
compartir un grito de coraje, una palabra de alegría, un brindis por todo
aquello que es humano y grande, todo aquello que no se nos puede arrebatar.
Miramos alrededor y quizás vemos demasiados jirones rotos, demasiados sueños
truncados y demasiados semblantes sombríos. Pero miremos mejor. Miremos, con
atención, porque también hay sueños realizados. Y hay sonrisas invencibles, y
flores que crecen y se abren paso entre los resquicios del duro cemento.
Miremos a los rostros arrugados por un millón de sonrisas previas. Miremos a la
gente que vive enamorada, y que hace de la ternura su mejor arma. Y al que
encuentra, en Dios, refugio y hondura. Miremos, juntos al mundo que, vibrante,
late con tanta vida en su seno.
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