Para el que sabe amar, para el que sabe sufrir con Cristo, la vida se llena de una belleza serena.
Un día conoce las decepciones, sabores amargos, tantos incidentes con los que se podría desvanecer la paz de corazón. Pero permanece todos los días la espera de Su venida. Una jornada queda colmada cuando lo más duro de una prueba no consigue interrumpir el soplo hacia una plenitud.
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