Hoy en día no hay soluciones fáciles, ni mágicas… Sin embargo cabe preguntarse una vez más que puedo hacer yo, que podemos hacer nosotros ante las heridas propias y de los hermanos y hermanas que nos rodean. Como superar la tentación de huir de estudio porque “todo es muy complicado”.
Pienso que debemos hacer todos, de entrada, un examen de conciencia realista y profundo. Reconocer mis potencialidades personales, mis talentos, mis cualidades en este momento de mi vida. ¿Qué puedo ofrecer a los demás? ¿Cuál es mi carisma? ¿Cuáles son mis dones recibidos? No lo que desearía ser sino lo que soy. Ni más ni menos. Y una vez identificados poner manos a la obra.
Es posible que mi don sea escuchar a las personas. Escuchar no significa esperar a que el otro termine de hablar sino entender lo que el otro vivo y hablar poco. Puede que lo más mío sea animar. Hay demasiados profetas de calamidades que se dedican a poner palos en las ruedas de las iniciativas con la excusa de ser críticos y que en el fondo esconden una gran impotencia. Hacen falta personas que animen, que pregunten, que se interesen por las iniciativas de los demás. Podría ser que el carisma sea la contemplación, el silencio, la oración. Oración en el rincón de casa y también oración teniendo delante a personas. La contemplación nos posibilita ser personas abiertas, que no manipulan sino que respetan los ritmos. Es probable que el don sea tener unas habilidades técnicas organizativas, o bien en las nuevas tecnologías… que siempre pueden dar una mano con alegría, con simplicidad. Y así podríamos seguir…
Pablo de Tarso nos recuerda que somos un Cuerpo. Y que está formado por muchos miembros y que el jefe de este Cuerpo es Jesús. Y nos exhorta a tener los mismos sentimientos. Sentimientos que van más allá de ideas e ideologías. Sentimientos que nos hablan de corazón, de ternura, de servicio amable, de apertura a Dios y a los demás.
Peré Borras
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