nos ofreces ser tu palabra
traducida en miles de lenguas,
adaptada a toda situación.
Quieres expresarte en nuestros labios,
en el susurro al enfermo terminal,
en el grito que sacude la injusticia,
en la sílaba que alfabetiza a un niño.
En tu respeto a nuestra historia,
nos ofreces ser tus manos
para producir el arroz,
lavar la ropa familiar,
salvar la vida con una cirugía,
llegar en la caricia de los dedos
que alivia la fiebre sobre la frente
o enciende el amor en la mejilla.
En tu aparente parálisis,
nos envías a recorrer caminos,
somos tus pies y te acercamos
a las vidas más marginadas,
pisadas suaves para no despertar
a los niños que duermen su inocencia,
pisadas fuertes para bajar a la mina
o llevar con prisa una carta perfumada.
Nos pides ser tus oídos,
para que tu escucha tenga rostro,
atención y sentimiento,
para que no se diluyan en el aire
las quejas contra tu ausencia,
las confesiones del pasado que remuerde,
la duda que paraliza la vida,
y el amor que comparte su alegría.
Gracias, Señor, porque nos necesitas.
¿Cómo anunciarías tu propuesta
sin alguien que te escuche en el silencio?
¿Cómo mirarías con ternura,
sin un corazón que sienta tu mirada?
¿Cómo combatirías la corrupción
sin un profeta que se arriesgue?
Benjamín González Buelta, sj
1 comentario:
Todos hemos sentido la necesidad de salir "corriendo", como el hombre del Evangelio.para unirnos a Cristo.Teníamos una sensibilidad especial y una aspiración interior muy fuerte por una vida en Cristo, en plenitud. Nos estremecemos cada vez que leemos a San Pablo en sus Cartas: el cristiano "está en Cristo"; "es un hombre en Cristo";Con Él padece, muere; es crucificado, es sepultado, es resucitado, es heredero, es glorificado y está sentado en los cielos y reina con Él..Esta es la estremecedora realidad del hombre nuevo que se nos da en el Bautismo.
A partir de aquí iniciamos un itinerario injertados en Jesús; y, estamos siempre en camino, siempre avanzando, siempre ascendiendo, porque una vida en la que no se avanza, es una contradicción. El crecimiento del cristiano no se puede explicar por su ansia de plenitud, sino por la gracia recibida en el Bautismo; que actúa desde dentro y lo impulsa hasta la consumación total en Dios después de la muerte.
La adhesión a la Persona de Jesús, exige un cambio de vida: hay que dejar todos los apegos, por eso, el joven bueno del Evangelio no pudo seguir a Jesús, porque era muy rico y no fue capaz de dejar sus bienes...No es que las riquezas sean malas; el problema aparece cuando las ponemos en el centro de nuestra vida. El crecimiento de nuestra vida cristiana es algo que se nos impone moralmente a los bautizados; y, por fidelidad a nuestro Bautismo estamos obligados a crecer . No es posible ser cristiano y no aceptar las leyes del crecimiento. Además de seguir a Jesús, tenemos que empezar a vivir la fraternidad del Reino, compartiendo con otros lo que somos y tenemos.
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