En las lecturas del tercer domingo de adviento, el tema predominante es la ALEGRÍA. Pero no una alegría que es para mí, sino que es un gozo el poder vivir y anunciar todo cuanto hace el Señor en nuestra vida y en nuestro mundo. Y esta es nuestra misión, a pesar de todo, Dios nos quiere aquí para dar una palabra de aliento al abatido y quiere que demos la vida por este anuncio.
Vivamos atentos y demos al mundo el amor que nos ha dado. Os dejo esta oración de la página Rezando Voy, del Jose Mª Rodríguez Olaizola.
No hay que temer al fracaso, a la lucha,
al dolor, a los pies de barro
o a la debilidad.
No hay que temer a la propia historia,
con sus aciertos y tropiezos;
ni a las dudas; ni al desamor;
que la vida es así, compleja,
turbulenta, hermosa, incierta.
Pero luchemos
contra la tristeza perenne,
esa que se instala en el alma
y ahoga el canto.
Alimentemos la semilla de alegría
que Dios nos plantó muy dentro.
Que surja, poderosa, la voz esperanzada,
esa que clama en desiertos y montes,
en calles y aulas,
en hospitales,
en prisiones,
en hogares y en veredas.
Cantemos, hasta la extenuación,
la vida del Dios hecho niño,
del Niño hecho Hombre,
del Hombre crucificado
que ha de vencer a la cruz, una vez más.
Nadie va a detener al Amor
que se despliega, invencible,
en este mundo que aguarda.
Aunque aún no lo veamos.
(José María R. Olaizola, sj)
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